viernes, 18 de julio de 2008

PORNOGRAFIA Y VIOLENCIA EN LAS C. S.:UNA RESPUESTA PASTORAL


Los medios de comunicación social han vivido cambios muy profundos en los últimos tiempos y juegan un papel muy importante en el proceso de transformación individual y social.

Si bien, tienen aspectos positivos, como el que gracias a ellos se ha creado una conciencia de la dignidad y pueden llegar a ser instrumentos de unidad y comprensión mutua, también tienen aspectos negativos, como el que su uso llega a ser contradictorio a los designios de Dios, convirtiéndose así, en instrumentos del mal, generando violencia y una sexualidad permisiva moralmente inaceptable.

De esta manera, la moral inculcada en el hogar queda finalmente destrozada por los medios.

Siendo la pornografía una violación al uso de técnicas audiovisuales induciendo a la persona y al cuerpo humano a un objeto anónimo destinado a un mal uso para la gratificación concupiscente, y la violencia la que excita instintos humanos hacia actos contrarios a la dignidad de la persona con fuerza física ofensiva y casi siempre pasional, podemos entender por qué los niños y jóvenes son las principales víctimas de estos verdugos.

Sin embargo, también se ven seriamente afectados por la pornografía y la violencia las relaciones humanas, la familia y el matrimonio. Por eso es importante poner manos a la obra y buscar soluciones que nos ayuden a evitar que estos dos elementos destruyan nuestras vidas y la de los seres que amamos.

El pecado es un efecto de la pornografía, ya que ésta nos lleva a perder el respeto a los demás como hijos de Dios, promoviéndose comportamientos antisociales y alterándose seriamente no solo el comportamiento, sino también la imaginación.

Con todo esto, podemos afirmar, que la pornografía y la violencia suprimen la ternura y la compasión por la indiferencia y la brutalidad.

La moral permisiva que se propaga va aunada a la búsqueda de la satisfacción individual, haciendo del placer la única posibilidad de felicidad y trayendo como consecuencia un beneficio económico, falsos argumentos sobre libertad y la ausencia de leyes.

A quienes miramos esta realidad nos toca hacer algo para proteger el derecho de las personas, de las familias y de la sociedad, de la ofensa de los medios de comunicación social, acrecentando los valores escenciales de la vida. Pero , cómo podemos lograrlo?

Es un trabajo que nos correspponde a todos: niños, jóvenes, padres de familia, legislaciones, educadores y a la propia Iglesia.

Aplicando códigos éticos en materia de comunicación social y publicidad, tendremos la posibilidad de reducir en número importante la pornografía y la violencia, pero debemos empezar por elaborar dichos códigos, así como crear criterios preventivos que favorezcan el cumplimiento de leyes sanas.

Las familias juegan también un papel muy importante, ya que de ellas depende la formación moral sólida de los hijos, la cual les permitirá a ellos ser individuos formados en la criticidad con la posibilidad de promover nuevas aportaciones.

Las escuelas pueden cooperar inculcando en sus alumnos valores éticos y sociales que les posibiliten desde temprana edad una actitud crítica y una capacidad de discernimiento en el uso de los medios de comunicación.

Finalmente, como bautizados y miembros de la Iglesia, tenemos el compromiso de promover una verdad moral objetiva y en todo momento, dar ejemplo de discernimiento, ya que no podemos ni debemos permanecer en una actitud pasiva que puede resultar confortable pero pero no testimonial.

Esta lucha es pues, tarea de todos. No debemos desfallecer en nuestros esfuerzos por combatir a estos dos grandes enemigos que día con día van ganando terreno. Hay mucho por hacer, pero principalmente debemos querer hacerlo y confiar en que podemos hacerlo. La pornografía y la violencia no deben ya formar parte de la vida de nuestros niños y jóvenes.
Tayde Vega Haelsig

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